Cuando las personas que tenemos cerca no son lo que esperábamos y sufrimos decepción y tristeza
Cuando las cosas que emprendemos no nos salen como esperábamos…
Acordarse de que nuestra vida va a ser aquello que decidamos que sea debe darnos fuerzas para seguir adelante y orientar de nuevo la brújula que nos conduce al bienestar.
Insistirse hasta llegar a convencerse de que tengo derecho a pensar y sentir como yo quiero y que tengo también el derecho de decir lo que quiero decir… sin olvidar que la persona que está enfrente puede estar o no de acuerdo, pero que eso no me quita un ápice de valía personal, igual que a él /ella.
Recordarnos que no podemos agradar a todo el mundo, así que estar siempre pendientes de qué pensaran los demás se convierte en algo inútil y tremendamente agotador, además de frustrante.
Tener presente que en la vida no siempre pasan cosas extraordinarias y que lo verdaderamente extraordinario es saber vivir con nuestras fortalezas y defectos intentando disfrutar cada día de las pequeñas cosas que tenemos a mano.
Centrarse en ver lo bueno del día y del momento nos da fuerzas para mejorar y seguir adelante.
Ser generoso con los demás y evitar la crítica continua y a veces maledicente. No beneficia a nadie, ni al que se crítica, evidentemente, ni al que lo hace, porque le fija en la negatividad.
Mirar a los demás con los ojos de la indulgencia y compasión, acordándose que todos hacemos lo posible en este mundo por ser felices y vivir bien. Aunque a veces cueste entender las razones de los otros.
Recordar siempre que las cosas sencillas son las mejores para las mentes complicadas que tenemos los seres humanos. Aprender a sobrellevar los contratiempos y adversidades, porque, al final, haciéndolo, nos hacemos más fuertes y más sabios.
Deshacerse de las preocupaciones falsas, de la impaciencia y la irritación nos dará la fuerza necesaria para no rendirnos nunca.