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domingo, 19 de junio de 2022

CUANDO AMENAZA LA ANGUSTIA



Imagen: Pixabay

Cuando padecemos ansiedad es muy frecuente que experimentemos, en ocasiones sin que previamente suceda nada negativo o que nos altere, una sensación muy negativa que puede ir desde la sensación de opresión en el pecho, ahogo o dolor de cabeza hasta malestar en el estomago, sudoración, temblores musculares, etc… Así, hasta casi trescientos síntomas diferentes que se han podido diagnosticar.

Además, en ese momento, que no suele durar más que unos minutos, pero que parecen interminables para quien los padece, se suele experimentar mentalmente una sensación profunda de miedo que puede llegar al pánico, sensación de que algo terrible va a suceder. Se padece un terror intenso mental por lo que está sucediendo. A veces, no hay ningún pensamiento concreto que esté en nuestra mente, más que el del miedo.

El que ha experimentado un ataque de pánico, pico de ansiedad o momento de angustia, sabe de lo que hablo.

La reacción inmediata que solemos tener es, por supuesto, además de pasarlo muy mal, asustarnos y, si estamos en casa, tumbarnos, o si vamos conduciendo, parar inmediatamente el coche, e intentar esperar a que pase ese mal momento.

Pero lo más importante es que, en el cerebro, el momento de terror ansiógeno que padecemos deja un huella profunda que hace que por un lado temamos que en cualquier momento nos vuelva a pasar lo mismo, con la consiguiente pérdida de confianza en nosotros mismos y el vivir prácticamente con el temor permanente a que esto suceda y, por lo tanto, en alerta.

El miedo hace que, a veces, dejemos de llevar la vida que llevábamos y restrinjamos, por ejemplo, nuestras salidas, el hacer determinadas cosas que quizás estábamos haciendo cuando nos encontramos tan mal, etc. En definitiva, la huella mental que nos deja es que pensamos mal y nos sentimos mal, y nos quedamos atrapados en ese círculo vicioso y así es más probable que vuelva a producirse el ataque de pánico.

Con frecuencia tomamos ansiolíticos que, evidentemente, cuando los tomamos, hacen efecto y nos relajan, aunque no siempre, porque la mente es más fuerte y el miedo puede llegar a ser superior a la medicación que tomamos, lo que nos impele a necesitar cada vez más dosis.

Tratar este tipo de problemas es algo habitual en las consultas de psicología, con un tratamiento cognitivo-conductual que es el tratamiento de elección, porque es el que mejor resultados da.

Lo fundamental es perder el miedo. La ansiedad es un monstruo que está en nuestra mente y que nos ocasiona mucho malestar, pero que se puede aprender a manejar primero, y a eliminar después, perdiéndole miedo y aguantando con las herramientas adecuadas.

En el momento en que se le pierde el miedo y no se adopta mentalmente la respuesta de huida y se enfrenta usted a la ansiedad, ya ha empezado a ganar la partida. Seguir con estrategias conductuales y cognitivas es ganar la batalla ya para siempre a la ansiedad, que desaparecerá y le permitirá volver a confiar en sí mismo.




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