Con frecuencia me preguntan en qué consiste la terapia que una persona inicia con el psicólogo. Suelo decir que, realmente, los terapeutas marcamos el camino y acompañamos a la persona que en un momento de su vida se encuentra en un momento difícil, dando las pautas y las técnicas para que siempre pueda salir ella misma del bache.
No se trata de una terapia en la que la persona habla y habla… y pretendidamente llega a unas conclusiones, de repente, casi mágicamente.
Lo que se trata es de que, a través del dialogo que se inicia, vayamos viendo qué pueden hacer ella o él, para cambiar. El terapeuta siempre estimula para que la persona pase a la acción, para que huya de la autocompasión y para que, aceptando aquello que no puede cambiar, enfoque realmente toda su energía en aquello que sí puede cambiar y de esa manera lleve a cabo estrategias y ponga en marcha recursos para sentirse mejor.
Recursos que, en muchas ocasiones, la persona desconoce que tiene, porque, generalmente, en el momento de comenzar la terapia, uno se encuentra con la autoestima muy baja, con poca confianza en sí mismo y con pocas fuerzas para llevar a cabo cambio alguno. Todo se ve con un velo gris que hace que la desconfianza en uno mismo y la desesperanza, hagan difícil el día a día.
Será labor del terapeuta el que esa persona consiga reevaluar la situación en la que se encuentra, eliminar los pensamientos no realistas acerca de lo que está ocurriendo y, en muchas ocasiones, de lo que realmente es. El apoyo incondicional del terapeuta es condición “sine qua non” para que realmente la terapia tenga éxito.
El terapeuta no es un juez, ni emplea juicios morales; lo que hace es escuchar y ser compasivo, lo que nunca implica ser sentimental y sentir pena por la otra persona. Una cosa es tener compasión ante el sufrimiento ajeno y otra el sentimentalismo, tan banal y vacío que no conduce a nada.
Descubrir por qué determinadas conductas negativas llevan a que las personas las sigan repitiendo, a pesar de que les perjudiquen, será una de las cosas que a lo largo de la terapia habrá que intentar cambiar. Así como eliminar por completo los sentimientos de culpa, que resultan tan paralizadores que impiden avanzar. Una cosa es la responsabilidad y otra la culpa.
Aceptación y respeto, son las normas básicas cuando una persona viene a pedirnos ayuda, ya que a partir de estas premisas, andar juntos el camino se convierte en una tarea tan gratificante como el enseñar a la persona que, la gran mayoría de nosotros, poseemos más recursos internos de los que creemos para proporcionarnos bienestar.